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La leyenda de la casa abandonada
En el pueblo de Joaquín Suárez, hay una casa abandonada que nadie se atreve a visitar. Se dice que allí ocurrió una terrible tragedia hace muchos años, y que desde entonces la casa está maldita por las almas de los que murieron.
La casa abandonada es una construcción antigua, de dos pisos, con un techo a dos aguas y una chimenea. Su fachada es de ladrillo rojo, con ventanas de madera y vidrio, y una puerta principal de metal. La casa está rodeada por un jardín descuidado, con arbustos secos y árboles sin hojas. Un camino de piedra conduce desde la calle hasta la entrada de la casa.
El interior de la casa está lleno de polvo, telarañas y muebles viejos. En el primer piso, hay una sala de estar, con un sofá desgastado, una mesa de centro, una estantería y una chimenea apagada. Junto a la sala, hay un comedor, con una mesa de madera, seis sillas y un aparador. Al fondo, hay una cocina, con una nevera vacía, una estufa oxidada, un fregadero sucio y varios armarios. También hay un baño pequeño, con una bañera, un lavabo y un inodoro.
En el segundo piso, hay tres habitaciones y un baño. La primera habitación es la de los padres, con una cama matrimonial, un armario, una cómoda y un espejo. La segunda habitación es la de los niños, con dos camas individuales, un escritorio, un juguetero y un póster. La tercera habitación es la de los huéspedes, con una cama doble, una mesita de noche, una lámpara y una ventana. El baño tiene una ducha, un lavabo y un inodoro.
La casa abandonada parece una casa normal, pero tiene algo que la hace diferente. Tiene una atmósfera de misterio, de terror, de tristeza. Tiene una historia de sangre, de fuego, de muerte. Tiene unas voces anónimas, que se escuchan en la noche, que susurran, que llaman, que atraen. Tiene un poder sobrenatural, que no deja salir a nadie, que los atrapa, que los tortura. Tiene una maldición, que no se puede romper, que no se puede escapar, que no se puede olvidar.
Según la leyenda, la casa pertenecía a una familia feliz, formada por un matrimonio y sus dos hijos pequeños. Un día, el padre salió de viaje por negocios, y dejó a su esposa e hijos solos en la casa. Esa noche, un grupo de ladrones entró a robar, y al encontrar resistencia, asesinó a la madre y a los niños. Luego, prendieron fuego a la casa, y huyeron con el botín.
El padre, al enterarse de lo ocurrido, regresó al pueblo, y al ver la casa en llamas, entró desesperado a buscar a su familia. Pero fue demasiado tarde, el fuego lo consumió todo, y él también murió entre las llamas.
Desde entonces, se dice que en la casa se escuchan voces anónimas, que piden ayuda, que lloran, que gritan. Algunos dicen que son las voces de los muertos, que no pueden descansar en paz. Otros dicen que son las voces de los ladrones, que sufren el castigo por su crimen. Y otros dicen que son las voces de los curiosos, que se atrevieron a entrar en la casa, y nunca salieron.
Nadie sabe la verdad, pero lo cierto es que la casa abandonada sigue en pie, como un recordatorio de la tragedia, y como un desafío para los valientes. ¿Te atreverías a entrar?
Esta es una posible escena de lo que ocurrió esa noche:
- Madre: ¿Qué es ese ruido? ¿Hay alguien ahí?
- Ladrón 1: ¡Cállate, vieja! ¡Dinos dónde está la caja fuerte, o te matamos!
- Madre: ¡No tenemos caja fuerte! ¡Por favor, no nos hagan daño!
- Ladrón 2: ¡No nos mientas! Sabemos que tu marido es un hombre rico, y que tiene mucho dinero escondido en esta casa.
- Madre: ¡Es mentira! ¡Mi marido es un comerciante honesto, y no tenemos nada de valor!
- Ladrón 3: ¡Basta de charla! ¡Vamos a registrar la casa, y si no encontramos nada, los mataremos a todos!
- Madre: ¡No, por favor! ¡Tengo dos hijos inocentes, que no tienen la culpa de nada!
- Ladrón 1: ¡Qué lástima! ¡Pero no nos importa! ¡Vamos, muchachos, a buscar el botín!
- Niño 1: ¡Mamá, tengo miedo!
- Niño 2: ¡Yo también!
- Madre: ¡Tranquilos, hijos! ¡Todo va a salir bien! ¡Dios nos protegerá!
- Ladrón 2: ¡Aquí está la caja fuerte! ¡La encontré!
- Ladrón 1: ¡Bien hecho! ¡Ábrela, rápido!
- Ladrón 2: ¡Está cerrada con clave! ¡Necesitamos la combinación!
- Ladrón 1: ¡Vamos a preguntarle a la vieja!
- Ladrón 3: ¡Yo me encargo de los niños! ¡No quiero que nos molesten!
- Madre: ¡No, no, no! ¡Déjenlos en paz! ¡Ellos no saben nada!
- Ladrón 1: ¡Dinos la clave, o te cortamos el cuello!
- Madre: ¡No la sé! ¡Se la llevó mi marido!
- Ladrón 1: ¡No nos engañes! ¡Dinos la clave, o te matamos!
- Madre: ¡No la sé, se los juro! ¡Por favor, tengan piedad!
- Ladrón 2: ¡No perdamos más tiempo! ¡Vamos a romper la caja fuerte!
- Ladrón 3: ¡Y yo voy a acabar con los niños!
- Madre: ¡Noooooo!
- Niño 1: ¡Mamá!
- Niño 2: ¡Mamá!
- Ladrón 2: ¡Lo logré! ¡La caja fuerte está abierta!
- Ladrón 1: ¡Qué maravilla! ¡Mira todo este dinero y estas joyas!
- Ladrón 3: ¡Y yo me encargué de los niños! ¡Están muertos!
- Ladrón 1: ¡Excelente trabajo, muchachos! ¡Somos ricos!
- Ladrón 2: ¡Sí, pero tenemos que irnos rápido, antes de que llegue la policía!
- Ladrón 3: ¡Tienes razón! ¡Vamos a prenderle fuego a la casa, para borrar las huellas!
- Ladrón 1: ¡Buena idea! ¡Adiós, vieja! ¡Que ardas en el infierno!
- Madre: ¡Malditos! ¡Malditos! ¡Malditos!
- Ladrón 2: ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego!
- Ladrón 3: ¡Vamos, vamos, vamos!
- Madre: ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Auxilio!
La leyenda de la casa abandonada (parte 2)
Los ladrones salieron de la casa con el botín, y se subieron a su auto. Estaban felices y emocionados por su golpe, y no se dieron cuenta de que alguien los estaba observando desde lejos.
Era el padre de la familia, que acababa de llegar al pueblo, y que había visto la casa en llamas. Reconoció el auto de los ladrones, y se llenó de rabia y de dolor. Sin pensarlo dos veces, se subió a su propio auto, y los siguió a toda velocidad.
Los ladrones no se percataron de que tenían un perseguidor, y siguieron su camino hacia la ciudad. Pero cuando llegaron a una curva peligrosa, el padre los alcanzó, y los chocó por detrás, haciendo que perdieran el control.
El auto de los ladrones se salió de la carretera, y cayó por un barranco. El impacto fue tan fuerte, que el auto explotó, y los ladrones murieron calcinados, junto con el dinero y las joyas.
El padre, que había logrado frenar a tiempo, se bajó de su auto, y se acercó al borde del barranco. Vio el auto de los ladrones en llamas, y sintió una mezcla de satisfacción y de vacío. Había vengado a su familia, pero también la había perdido para siempre.
Entonces, escuchó unas voces que venían de la casa. Eran las voces de su esposa y de sus hijos, que lo llamaban desde el más allá.
- Padre: ¿Qué es eso? ¿Quién me habla?
- Madre: Somos nosotros, tu familia. Te estamos esperando.
- Niño 1: Papá, ven con nosotros. Te extrañamos.
- Niño 2: Papá, ven con nosotros. Te queremos.
- Padre: ¿Es posible? ¿Están vivos? ¿Dónde están?
- Madre: Estamos en la casa. Ven, y te lo explicaremos.
- Padre: ¿En la casa? ¿Pero cómo? ¿No está en llamas?
- Madre: No, no lo está. Fue una ilusión. Ven, y verás.
- Padre: No entiendo nada. Pero voy a ir. Quiero verlos. Quiero abrazarlos.
- Niño 1: Apúrate, papá. Te estamos esperando.
- Niño 2: Apúrate, papá. Te estamos amando.
El padre, confundido y emocionado, volvió a subir a su auto, y condujo de regreso al pueblo. Cuando llegó a la casa, vio que efectivamente, no estaba en llamas. Estaba intacta, como si nada hubiera pasado.
El padre se bajó del auto, y corrió hacia la puerta. La abrió, y entró. Lo que vio lo dejó helado.
La casa estaba vacía, oscura y silenciosa. No había rastro de su familia, ni de los ladrones, ni del fuego. Sólo había polvo, telarañas y muebles viejos.
El padre se sintió engañado, y se dio cuenta de que había caído en una trampa. Las voces que había escuchado no eran las de su familia, sino las de los espíritus malignos que habitaban la casa. Lo habían atraído con falsas promesas, para encerrarlo en la casa, y hacerlo sufrir.
El padre quiso salir, pero la puerta se cerró de golpe, y se trabó. El padre intentó abrirla, pero fue inútil. Estaba atrapado.
Entonces, las voces volvieron a sonar, pero esta vez, con un tono burlón y cruel.
- Madre: Bienvenido a tu nuevo hogar, querido. Aquí estarás con nosotros, para siempre.
- Niño 1: Sí, papá. Aquí estarás con nosotros, y con los ladrones, y con los curiosos, y con todos los que han entrado en esta casa, y nunca han salido.
- Niño 2: Sí, papá. Aquí estarás con nosotros, y con el dolor, y con el miedo, y con la locura, y con todo lo que te hará sufrir.
- Padre: ¡No, no, no! ¡Déjenme salir! ¡Déjenme en paz! ¡Ustedes no son mi familia! ¡Ustedes son unos monstruos!
- Madre: No, no lo somos. Somos tus amigos. Tus únicos amigos. Los que te acompañarán hasta el final de tus días.
- Niño 1: Sí, papá. No luches. No resistas. Acéptalo. Es tu destino.
- Niño 2: Sí, papá. No grites. No llores. Disfrútalo. Es tu castigo.
El padre se desplomó en el suelo, y se tapó los oídos, pero no pudo evitar escuchar las voces, que se burlaban de él, y lo torturaban. El padre se dio cuenta de que había cometido un error fatal, y que nunca volvería a ver a su verdadera familia.
Y así fue como el padre se convirtió en una de las voces anónimas de la casa abandonada.
Fin.