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La Sombra que Quema – Parte 1
La sombra que quema – Parte 1: El sendero del miedo (Por Gervis Guerra)
Era una tarde nublada cuando Matthew, Lucas, John, Peter y Sam se reunieron, como de costumbre, en el patio trasero de la casa de Matthew. Aquel lugar, rodeado por árboles altos y con la cerca de madera apenas resistiendo el paso del tiempo, era su punto de encuentro habitual para jugar y dejar volar la imaginación. Ese día, sin embargo, no jugaban a nada en particular: estaban sentados en círculo, entonando una canción que ellos mismos habían inventado. La melodía, aunque sencilla, tenía algo perturbador, y sus voces infantiles cantaban con entusiasmo sobre un mito local: la leyenda de un hombre extraño que vivía en el bosque cercano. Nadie sabía si aquel ser era real, pero todos en el vecindario habían escuchado alguna historia sobre susurros entre los árboles y pasos que no pertenecían a ningún animal conocido.
La canción que entonaban tenía un ritmo simple, casi infantil, pero sus versos contaban una historia inquietante. Hablaba de un hombre que vivía en la parte más profunda del bosque, en una zona apartada y poco explorada, conocida entre los más viejos del pueblo como “El Refugio del Silencio”. Según la letra, aquel ser tenía el poder de transformar la lluvia tropical en ácido ardiente, capaz de quemar la piel de quienes osaran cruzar los límites de su territorio. Se decía que esta maldición se activaba únicamente cuando alguien lo molestaba o invadía su espacio sagrado. Lo más perturbador era que esa región del bosque ya tenía fama de peligrosa: lobos, coyotes y otros animales salvajes solían merodear por allí, lo que la volvía aún más temida. Con el paso del tiempo, la historia del “hombre de la lluvia ácida” fue pasando de boca en boca, y aunque muchos en el pueblo la veían como un simple cuento para asustar niños, otros aseguraban haber sentido una presencia extraña cerca del Refugio.
Matthew, Lucas, John, Peter y Sam estaban en segundo grado, y no hacía mucho que habían inventado aquella extraña canción. Un par de semanas después, la clase organizó un viaje de campo con los niños de primer y segundo grado, una excursión de campamento en las afueras del bosque. Aquella fue la oportunidad perfecta para poner a prueba su canción. Durante la primera noche, reunieron a algunos niños de primer grado alrededor del fuego y, con voces teatrales, comenzaron a cantar la ronda que ya sabían de memoria:
“If you go where he can see,