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Después de una noche intensa y larga en la cual no pude dormir por sentir presencias oscuras en mi cuarto, fui al trabajo más temprano. Había descansado muy poco, por lo que el día iba a ser intenso. Llegué a mi oficina, tomé café y vi los informes. Luego me dediqué a tomar mates y a ver las imágenes del crimen del caso de ayer. Mi cabeza no podía procesar absolutamente nada: ni una pista, ninguna foto, ningún detalle que me ayudara a atrapar al criminal. Escuché las grabaciones de las notas que mis colegas hicieron a los vecinos de la zona. Al menos había cuatro sospechosos. Pero mi mente estaba en blanco. Como estaba abrumado y cansado, iba a dejar los mates para tomar de nuevo café, así podría tener un poco de cafeína y resistir el día. Justo cuando iba a buscar una taza de café, se acercó mi compañero Armando.
—Che, ¿sabés qué cosa loca encontré? —exclamó. —¿Buenos días primero, no? —respondí. —Tenés razón, disculpá, Julio. Buenos días. Mirá esto. ¿Te acordás que en la masacre de ayer encontramos una referencia a Lamashtu? —Sí, ¿qué pasó? —le dije. —Bueno, acá tengo un informe completo de lo que es. Lamashtu es una deidad demoníaca mesopotámica que se alimentaba de niños lactantes y neonatos, y también era responsable de abortos y muertes infantiles. Además, provocaba pesadillas, infestaba ríos y lagos, y era portadora de enfermedades y muerte. Era hija del dios An y se creía que actuaba con malevolencia por su propia voluntad. Era considerada una diosa o semidiosa y tenía siete nombres.
—¿Y qué carajo hace una secta o psicópata mesopotámico acá? —le respondí. —No sé, pero encontramos la referencia en el mensaje que dejaron en ese rancho. ¿Sabés quién combate a esta cosa? Un tal Pazuzu. ¿Y sabés quién es Pazuzu? Un demonio. Lo que no entiendo es qué corno tiene que ver un demonio mesopotámico con uno cristiano. ¡Una cosa de locos, che!
Cuando dijo 'Pazuzu', no podía creer que mencionara ese nombre. Soñé con Pazuzu y ahora resultaba que existía como demonio cristiano. Yo no tenía conocimiento alguno acerca de demonios, y ahora mi trabajo me hizo toparme con casos de índole satánica. Nunca creí que pasaría por una pesadilla así en la realidad, ni que aprendería tanto de otras culturas que en ese momento eran desconocidas para mí.
Armando me preguntaba si estaba bien; mi cara pálida y mi parálisis lo delataban. Justo cuando reaccioné y le iba a decir que sí, fui interrumpido por el comisario general. Nos pidió que fuéramos, Armando y yo, a La Tablada urgentemente. Al parecer, había ocurrido un nuevo homicidio.