El Corcel de Medianoche
Sinopsis
La historia de una princesa llamada Clear, quien, guiada por el amor prohibido hacia un plebeyo, vive una aventura mágica junto a un corcel encantado.
Soy Clear, la princesa del reino de Avellaria, donde los susurros del viento cuentan leyendas antiguas y las estrellas parecen escuchar los deseos más profundos del corazón. Sin embargo, nunca imaginé que un día viviría en carne propia una de esas historias mágicas, tejida con amor y riesgo.
Mi padre, el rey Eldric, era un hombre justo pero rígido. Cuidaba cada detalle de nuestro linaje y esperaba que mi futuro estuviera entrelazado con el de algún noble digno. Pero mi corazón latía por un plebeyo: Aiden, el hijo del herrero. Desde el momento en que vi su sonrisa luminosa y sus manos diestras moldeando hierro como si fueran parte de él, supe que la corte no podía ofrecerme nada comparable.
Nuestras miradas robadas y los encuentros a escondidas en la sombra del viejo roble del bosque se convirtieron en mi mayor consuelo. Aiden y yo compartíamos sueños, risas y juramentos de amor eterno, susurrados como si los árboles fueran cómplices mudos de nuestro secreto.
Una noche, tras escuchar rumores de un posible compromiso arreglado para mí, mi desesperación me llevó al ala más oscura de la biblioteca del castillo. Ahí, entre volúmenes polvorientos y pergaminos olvidados, encontré una leyenda sobre un corcel negro llamado Estrella Oscura. Se decía que podía atravesar mundos y romper barreras; un ser mágico que ayudaba a los corazones verdaderos. Pero invocarlo no era cosa sencilla.
Siguiendo las instrucciones, recité un antiguo hechizo bajo la luz tenue de la luna llena. Mis palabras resonaron en el aire helado, y el silencio profundo que siguió me hizo dudar. Justo cuando pensaba que solo había desperdiciado horas de sueño, un relincho potente rompió la noche. Ahí estaba: un corcel de crines tan oscuras como el cielo nocturno y ojos que reflejaban las estrellas. Estrella Oscura había respondido.
Sin dudar, monté al corcel. Sentí una oleada de calor en mi pecho y un entendimiento mutuo entre nosotros. Galopamos, el viento silbando en mis oídos y la tierra desvaneciéndose bajo nosotros en un borrón de sombras y luces. Nos dirigimos al pueblo, donde Aiden aguardaba. Lo encontré bajo el roble, su expresión una mezcla de sorpresa y miedo al verme bajar del corcel mágico.
—Clear, ¿qué has hecho? —preguntó, la voz baja pero cargada de emoción.
—Lo que debía, Aiden. Hoy, dejamos de escondernos.
Pero los ecos de nuestra huida ya resonaban en los corredores del castillo. No tardaron en llegar los guardias reales, liderados por mi propio hermano, Valen, quien me miró con una mezcla de ira y compasión. Estrella Oscura relinchó, listo para protegernos, pero Valen levantó la mano.
—No vine a luchar, hermana. —Su voz temblaba—. Solo vine a advertirte. Padre sabe que huyes y no lo permitirá.
La luna, que hasta entonces nos había alumbrado, se cubrió con nubes como si compartiera nuestra angustia. Aiden me tomó la mano, su mirada fija en mí.
—¿Qué haremos, Clear?
Antes de que pudiera responder, Estrella Oscura se acercó y tocó mi mejilla con su hocico. Sentí una ráfaga de energía, y una imagen surgió en mi mente: un valle oculto, protegido por montañas y bendecido por la magia antigua. La promesa de un refugio donde el amor no conociera barreras.
—Confía en él —dije a Aiden, montando de nuevo en el corcel y tendiéndole la mano.
Aiden subió tras de mí, y Valen nos miró una última vez, esbozando una sonrisa triste antes de perderse en la oscuridad. Estrella Oscura nos llevó al valle escondido, donde la noche parecía eterna y las estrellas susurraban canciones de libertad. Allí, lejos de la mirada vigilante del reino, supe que nuestro amor florecería.
El corcel, al vernos seguros, relinchó una vez más antes de desaparecer en un destello de luz, dejándonos con un nuevo hogar y la certeza de que la verdadera magia era nuestra osadía de amarnos, pese a todo.