El pacto del crepúsculo
Sinopsis
Una historia de amor improbable entre un hada luminosa y un demonio atormentado, unidos por un pacto que desafía las leyes del cielo y el inframundo.
Siempre me he preguntado si las estrellas nos observan con la misma fascinación con la que las miramos nosotros. Mi nombre es Lys, y soy un hada del crepúsculo. Mi luz no es tan radiante como la de mis hermanas del amanecer, ni tan misteriosa como la de las hadas de medianoche. Mi papel es sencillo: guiar a los viajeros que se pierden entre el día y la noche.
Fue en uno de esos trayectos que lo vi por primera vez. La sombra bajo un roble anciano, una figura alta con cuernos que parecían arañar el cielo. No sentí miedo, sino curiosidad. Me acerqué con cautela, y él alzó la vista. Sus ojos eran un abismo rojo, y su voz, un susurro que parecía venir de las profundidades.
—¿Qué haces aquí, hada? —me preguntó.
—Guío a quienes se pierden —respondí—. ¿Tú estás perdido?
Él soltó una risa amarga. —Siempre lo he estado.
Ese fue nuestro primer encuentro. Cada atardecer, volvía al mismo roble, y él siempre estaba allí. Aprendí que su nombre era Kael, un demonio que había huido del inframundo. No buscaba redención ni venganza, solo silencio. Con el tiempo, nuestras conversaciones se hicieron más profundas. Me hablaba de su pasado, de los pactos rotos y las guerras entre los demonios. Yo le contaba sobre la magia del bosque y la música de las estrellas.
Una noche, mientras las luciérnagas bailaban a nuestro alrededor, Kael me miró con una intensidad que me hizo temblar.
—Lys, ¿crees en el amor entre la luz y la oscuridad? —me preguntó.
Sentí mi corazón latir como si fuera a romperse. Sabía que lo que sentía por él era más que amistad, pero también sabía que nuestra unión estaba prohibida.
—Creo que el amor no entiende de límites —respondí.
Kael asintió, y en ese momento, sellamos un pacto. Cada noche, nos encontraríamos bajo el roble y compartiríamos nuestras almas, a pesar de las leyes que regían nuestros mundos.
Sin embargo, nuestro amor no pasó desapercibido. Las hadas del amanecer comenzaron a sospechar. Una de ellas, Aelira, me confrontó.
—¿Qué estás haciendo, Lys? —me dijo, con ojos llenos de preocupación—. Ese demonio te arrastrará a la perdición.
—Kael no es como los demás —respondí, pero mis palabras no la convencieron.
El rumor llegó a la Reina de las Hadas, y pronto un decreto fue emitido: ningún hada debía interactuar con criaturas del inframundo. Si lo hacíamos, perderíamos nuestra luz para siempre.
Esa noche, fui al roble con lágrimas en los ojos. Kael me esperaba, como siempre, pero al verme supo que algo había cambiado.
—Nos han descubierto —le dije, con la voz rota—. Si seguimos viéndonos, perderé mi luz.
Kael me tomó de las manos, sus garras ásperas contra mi piel luminosa.
—Entonces, no podemos seguir —dijo, pero su voz temblaba.
—No puedo renunciar a ti —confesé—. Prefiero la oscuridad contigo que una eternidad de luz sin tu amor.
Kael cerró los ojos, y en un gesto inesperado, arrancó uno de sus cuernos. Lo sostuvo frente a mí, y de él brotó una llama negra.
—Si estás segura, Lys, hagamos un nuevo pacto. Esta llama será nuestra guía. Compartiremos la luz y la oscuridad, y seremos uno solo, sin importar el precio.
Acepté. Juntos, soplamos sobre la llama, y sentí cómo mi luz comenzaba a cambiar. Ya no era solo un hada; llevaba dentro de mí un fragmento de la sombra de Kael. Desde entonces, nos convertimos en viajeros de mundos prohibidos, uniendo dos realidades que nunca debieron encontrarse.
Algunos dicen que traicioné mi naturaleza. Otros, que Kael perdió su esencia demoníaca. Pero para nosotros, encontramos lo único que siempre habíamos buscado: un amor que no conoce fronteras, ni siquiera las de la eternidad.